La derrota sigue sacudiendo al oficialismo: ministros bajo fuego, promesas de dinero y subestimación del electorado

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El Gobierno limita el análisis de su caída a un solo punto: la pérdida de ingresos. Y no contempla el resto de las causas. Al contrario, agrava el cuadro con sus internas. Ya es explícita la ofensiva del kirchnerismo sobre el gabinete

El cimbronazo electoral generó hasta ahora en el oficialismo más tensión interna que reacción algo elaborada. La primera respuesta expone una simplificación de las causas de la derrota que subestima al propio electorado: se trataría exclusivamente de un problema de bolsillo. Es la única línea compartida en el capítulo más dramático del juego de poder. Alberto Fernández quiere hacer anuncios de asistencia económica esta semana, mientras resiste los embates sobre su gabinete. Cristina Fernández de Kirchner demanda cambios sin vueltas, empezando por Martín Guzmán y Matías Kulfas. Esa imagen inaugura la campaña hacia noviembre.

La interpretación de los motivos de la caída del domingo es central porque condiciona los pasos del gobierno, como necesidad de campaña, con efectos económicos y sociales concretos. El discurso presidencial, al igual que declaraciones de unos pocos candidatos y referentes oficialistas, incluye frases sobre la admisión de “errores” y la promesa de atenderlos. Sin embargo, el punto vuelve a ser qué se entiende como error y qué como respuesta.

De entrada, Alberto Fernández llama a la “reflexión” de los votantes perdidos, otra vez en términos de polarización entre proyecto productivo y especulación, entre gobierno y macrismo. La atención de los errores que habrían provocado la derrota pasaría por “poner plata en el bolsillo” de inmediato. La inflación, la pobreza estructural en aumento, la deuda y el ajuste –incluso y de hecho en programas sociales- no entrarían en discusión. Quedarían pendientes junto al dólar, las tarifas y los interrogantes presupuestarios para después de las elecciones.

El discurso presidencial vuelve sobre el contrapunto de “modelos”. Es incierto el alcance de sus dichos. Se verá hasta dónde lo expone formalmente la proyección de números en el arranque de la segunda mitad de su mandato. Por lo pronto, la demanda del kirchnerismo duro es evidente. El error sería no haber sido más firme en la gestión económica y no haber profundizado “el modelo”. En cualquier caso, no asoma la idea de revisar sino de ratificar posiciones. La mayor incertidumbre radica precisamente allí.

La evaluación del “mensaje de las urnas” se completa además con una minimización de otros factores. Y a tal punto llega la reacción lineal que abundan los comentarios críticos, con matices, sobre la decisión de colocar la vacunación como un eje central de la campaña, expresado en actos de recepción de embarques y fuerte publicidad nacional y bonaerense. Eso, como prólogo de la insólita frase sobre “el país que queremos” y las alusiones al fin de la pandemia.

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